Lo que calla una dependienta


Hace un par de meses regresé a trabajar en una tienda de ropa para damas como dependienta (así llaman en España a las vendedoras). Es un trabajo que, grosso modo, resulta divertido, por llamarlo de alguna manera; sobre todo en los momentos en los que te consigues con gente educada, amable, que te hace la jornada más agradable. 

Era un trabajo que jamás había hecho hasta que llegué a España, pero he de confesar que me resulta interesante. Mi momento favorito del día es cuando llega la ropa nueva que debemos sacar de las cajas para sacarla a la venta. Me siento en Disney, porque me da esa sensación de ser la que tiene la primicia de ver cosas más lindas antes que nadie. 

Me encanta llevar la caja. Cobrar, ver lo que la gente compra, conocer los gustos de las personas por la escogencia de los trapos que llevan para lucir, comprender la realidad de quienes se pueden gastar 600 euros en ropa, de la misma manera que la de una señora que llega a comprar un par de zapatos con monedas que quién sabe cuánto tiempo lleva reuniendo. La caja es un lugar interesante. 

Me gusta también tener la oportunidad de poder atender a las personas, asesorarlas y mostrarles cosas que, según yo, podrían gustarle o quedarle bien, tratar de que sus complejos físicos no les saboteen las ganas de comprarse algo lindo y hasta darle uno que otro truquito de "moda" que uno ha aprendido por ahí, viniendo de un país en el que las mujeres primero muertas que sencillas. 

Lo de la tienda es un trabajo rudo, tampoco voy a romantizar las jornadas de seis horas de pie, corriendo de un lado a otro, lidiando con gente que roba, gente maleducada, gente que cree que estás ahí porque no eres capaz de hacer algo mejor; pero es un trabajo que me permite interactuar con distintos tipos de gente, de todos lados, y conocer más a la sociedad española y de ver cómo se comportan otras nacionalidades cuando van de turistas. Podría escribir una entrada entera sólo hablando de las turistas y su manera de comprar y comportarse...

Imagínense lo bien que se siente lidiar con gente tan amable que apenas siente el acento venezolano te hace un comentario chévere y te hace sentir acogido en su país y soportar a gente tan de lo último que te regaña porque un anillo de 10 euros, fabricado en acero se le podría poner negro en un mes, como si tú fueras la responsable de su "drama". 

Sin embargo, me gusta trabajar allí. Me permite utilizar mi creatividad de una manera diferente y aprender de un área con la que nunca antes tuve ningún tipo de relación, más allá de ser una consumista que ha contribuido con las arcas de Sir Amancio Ortega. Trabajar en la tienda me ha hecho pensar en que sería genial, algún día, tener mi propia tienda de ropa, en la que cambiaría algunas de las reglas establecidas en esta tienda, porque a la gente hay que enseñarla a ser educada y a comprender que las dependientas están para ayudarlos, no para que sean sus esclavas, ni para soportar malas palabras o acomodar los desastres que dejan en los probadores (esto será un capítulo entero, sí yo les contara). 

Pero bueno, que en Mulaya (así se llama la tienda) me siento bien, que me ha permitido conocer una parte de mi que de otra manera jamás hubiese conocido y que sacaré el máximo provecho a esta etapa, que seguro será pasajera, pero que me ha dado tantas ideas de tantas cosas, que sé que siempre lo recordaré como una de las experiencias chévere que he vivido en esta etapa de migrante. Mientras, que sepan que tengo 20% de descuento en ropa de Mulaya y 30% en ropa de Amée, por si quieren aprovechar #YaDijeYa. 

Ah, ya les dije que también activé un canal de YouTube, así que si no es mucho pedir, vayan, se suscriben y me ayudan a que esta comunidad crezca, para poder seguir generando contenido. Gracias... 

Comentarios

  1. Mi Thabata preciosa, siempre es un placer leerte. No importa el tema que estés abordando. Amé la forma en la que describes esta etapa que estás viviendo y casi casi te noté con un acentico español por ahí colado. Un abrazo.

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